Conocerse es tantear los límites en un cuarto oscuro. Es saber las posibilidades ante un hecho, es
reaccionar conscientemente eligiendo como, por sobre lo inconsciente que aflora por defecto.
Conocerse es, sabiendo los límites, una cuestión de aceptación o no de nuestros defectos. Es ver para
luego evaluar para luego decidir si se cambia aquella cosa o no. Si la dejamos como está, que sea parte de un ejercicio de conciencia y no una derrota constante en una lucha con uno mismo. Y nótese el “constante”. La resignación existe porque la voluntad es una fuerza agotable. Cuando ésta se renueva, es muy posible que volvamos a intentar aceptar algo que previamente fue resignado.
Es importante aceptar y no resignar. Aceptar es querer lo que hay, tal y como es. Resignar es no querer lo que hay y mirar para otro lado lo más posible, tratando de evitar aquello que no podemos o sabemos como cambiar. No sólo debe aceptarse lo bueno, todo es suceptible de aceptación. Todo ocurre en un tiempo y un contexto y con un porqué, por más que a veces no sea fácil dilucidarlo. Uno puede cambiar una actitud, una forma de ser ante un hecho que vendrá, mas no puede cambiar aquello que fue ante lo que pasó. De eso sólo podemos estudiar y aprender, y el exámen será en el próximo intento, y si reprobamos estudiaremos nuevamente el nuevo caso, y quizás pasemos el exámen que viene después, o quizás no.
La vida es un constante pulirse en el caminar de los años. Es un pulido que nunca termina, que nos acompaña hasta el último de nuestros días y de nuestros suspiros. Pulirse es un sinfín, una de esas tantas cosas que vienen de la mano con vivir. Que dicho sea de paso, que precioso que es vivir.
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