martes, 29 de diciembre de 2015

Cuando será

Cuando será
que encuentre tu alma mirándome a los ojos
a vos te hablo
amor

Cuando será que pueda abrazarte de nuevo
y que hablemos en el idioma de los latidos, amor
a cada hora
con el universo como testigo
a todos los vientos
bajo el calor del sol, el azul de la luna
el frío de las tempestades
el renacer de las primaveras

Cuando será que amanezca cada día, con tu voz
o mi voz te haga amanecer
mezclando aromas y caricias
amor

Cuando será que te vuelva encontrar
que el destino
la física y la química
nos hagan chocar nuevamente

Cuando será que me perdones amor
por ser tan humano, tan errante
tan liviano y tan ambiguo
tan débil, tan soñador

A vos te hablo
a mi me pregunto
amor
Cuando será

sábado, 5 de diciembre de 2015

Pregunta y respuesta

Porque me apasiona
   entretener
Porque me hace sentir especial
Es un medio para generar emociones en el otro
   y me llena emocionar a los demás con lo que hago
Porque es hacer algo para los chicos
   y es ser chico haciendo algo
Es jugar, imaginar, crear, divertirse
Es encontrar al Nacho que más me gusta, darle la mano, charlar con él y ser amigos
   pero de los mejores
Es contar historias
Es mi manera de saludar al mundo, transmitir la paz y amigar a los hombres con un sentimiento en común
Es sacar sonrisas
   porque amo hacer reir
Es un medio para acceder al alma de las personas, aflorando los sentimientos más puros
Es un pasatiempo alegre
   y es lo que me gusta
Porque adoro dibujar desde que tengo memoria
   y es otra manera de dibujar
Es conectarme con mi escencia en pos del otro
Es dar lo mejor de mi
Es dar amor

Intentando responder, casi vomitando sobre el papel (y ahora a través del teclado), a una pregunta que se me cruzó en el camino hace algunos días:

¿Para qué animás?

Animar, de hacer animación. Pregunta difícil, pero creo que la respuesta está por ahí arriba.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Poema de la despedida

Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste... No sé si te quería... O tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste, y apasionado, y loco, me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí... Pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.

- José Ángel Buesa

domingo, 25 de octubre de 2015

Desde lo más profundo

La vida sigue cada día, a veces más difícil, a veces más presente, a veces, pero siempre hay un lado lindo de donde mirarla.

Visité la Sagrada Familia de Gaudí, y fue tal la belleza que percibí de golpe, que ni bien la vi un escalofrío me corrió como un rayo por el cuerpo, erizándome la piel, paralizante como una ola de mar helado. Cuando quise darme cuenta los ojos me pidieron a gritos parpadear, y luego de complacerlos, aparecieron inundados con lágrimas frescas; grandes y caudalosos charcos de agua cargada de emoción, densos que no tardaron en caer.

Amo la arquitectura y he visto muchas obras impresionantes, pero ésta me produjo algo más, algo distinto, nuevo. Quizás por tratarse de una obra contemporánea nos entendimos de entrada, manejando el mismo lenguaje. Quizás sea el estilo del artista lo que sorprende, no lo se, pero me dio la bienvenida apenas nos conocimos, me invitó a pasar y me contó su historia.

Que una obra te quite el aliento de aquella manera, debe ser un orgullo para su autor y quienes la hicieron posible. De la tierra y la naturaleza, piedras que estuvieron ahí durante millones de años perdidas entre montañas. Se enteraron de la existencia del hombre (cosa difícil no hacelo) y pensaron que sería interesante inmortalizarse en alguno de sus lindos caprichos. Un día, unas manos las adoptaron sin permiso y así las piedras se despidieron para siempre de sus familias, sintiéndose afortunadas o aún no, de ser parte de la obra de los hombres y su paso por la tierra. Les dieron forma con tanto estilo, tanto trabajo y tanta perfección, que pasaron a ser un monumento a la belleza, un símbolo a la humanidad para todos los hombres. Un proceso admirable, un resultado increíble.

Pero hubo algo más.

Algo en esa revelación me conectó conmigo y la gente que adoro y extraño. La arquitectura me maravilló, pero conspiró en secreto con mi historia, traduciéndose en un flechazo que me atravesó el pecho y me hizo caer de rodillas. Un flechazo de belleza incalculable, de gratitud y de paz, que rebalsó toda comprensión y me agarró con la guardia baja. No esperaba recibirlo, como todo en la vida que llega y se va sin avisar.

Asi que no tuve más remedio que aceptarlo, dejando ser aquellas lágrimas que vinieron cargadas de todo, disfrutándolas desde los ojos hasta las comisuras de la boca, agradecido, desde lo más profundo del ser.











martes, 20 de octubre de 2015

Cerca de mis abuelas

Fui a Zujaira, un pueblo cerquita de Granada, a visitar a las primas de mi abuelo Antonio, tías segundas de mi mamá, que si bien se hablan por teléfono cada tanto, nunca en la vida se vieron en persona. Aún así son lazos fuertes que están vivos, aunque sean invisibles. Son corazones conectados, que se guardan cariño infinito como un regalo mutuo, que laten en sintonía, que no piden nada a cambio, y que están siempre por el simple hecho del ser y el existir. Y sin darme cuenta, tratando de describirlo, definí lo que es la familia.
Paquita y Eva son también mi familia y la de todos los míos, y tuve la oportunidad de conocerlas, a sus 87 y 79, a mis 31.

Ya en mis últimos días del viaje las visité, aunque compartimos muy poquitos días, y sentí un lazo que nunca había sentido en mi vida (y mirá que tengo una familia llena de lazos). Sentí ese parentesco que no es el de un hermano o un primo, ni el de un padre, ni el de un tío, quizás si parecido al de una madre, pero no. Me sentí cuidado y apañado, y caí en la cuenta que, ese sentir, es lo más parecido a lo que debe ser tener una abuela. Me alegró, porque nunca lo tuve ni lo busqué, y siempre así lo acepté ya sin esperarlo nunca, hasta que ahí se me apareció, casi una revelación, de esas que antes de pestañear no estaban, y después ya están, tan firmes y claras como la mañana o la noche. Fue una muy hermosa sorpresa la que recibí queriendo dar.

Pucha que loca es la vida, que aunque se sea adulto de edad y anciano de alma, el corazón siempre está dispuesto a sentir como niño, y cada vez de una manera distinta, pero igual. Se me enriedan las palabras. Cuando se siente así se palpa la vida, y no hay nada más lindo que abrazarla e invitarse mutuamente a seguir juntos adelante. Ahora se lo lindo que se siente tener una abuela.

Paquita y Eva, dos primas de mi abuelo = Mis abuelas.

viernes, 16 de octubre de 2015

Warszawa, el pescador y la sirena

Habiendo tenido mis clases de historia sobre Silesia, la región del sur de Polonia, junto al amigo Andrzej, más la visita museo de Katowice, a la mina de carbón, Auschwitz y Cracovia, me empecé a interesar mucho por la historia de aquel país. Realmente no podía irme de Polonia sin conocer Varsovia. Me producía mucha curiosidad ver aquella ciudad que fue totalmente destruída durante la segunda guerra mundial y posteriormente reconstruída a lo que es hoy. Increíble, pero siempre fui medio queso en historia (y creo que lo sigo siendo) pero ésto me interesó, vaya a saber porque.

Fui entonces a Varsovia, y dediqué unos días a recorrerla a pie, bici, y en tram... como me gusta el tram... después de la bici, es el medio de transporte que me fascina. Descubrí así una ciudad hermosa, muy desarrollada, con un sistema de transporte que funciona a la perfección, como en muchas otras ciudades Europeas, mucho verde, parques, y caminos para pedalearla, un río que la atraviesa... Estarán pensando "Hay mil ciudades así en Europa". Pues si, pero también tiene ese nosequé que, que te hace decir "Ésta ciudad me gusta".

Varsovia (y Polonia en general) tienen una historia muy dura. A continuación, una recopilación de mi memoria y, cada tanto, alguna ayudita de mamá Wikipedia que siempre está ahí con su infinito saber para ayudarme (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).

Alrededor del año 1600 Varsovia pasó a ser la nueva capital de Polonia, bajo el mandato del rey de Segismundo III Vasa que decidió trasladarla desde Cracovia.
Varsovia tuvo la ocupación y el sometimiento más terrible de su historia por parte del ejército Nazi en octubre de 1939, aunque tuvo otro en la primer guerra mundial, otro antes por los rusos, y otro antes por Napoleón, y así para atrás en los siglos de su historia.
Junto con la última conquista del pueblo y su adhesión al régimen Nazi, vino el Ghetto, los campos de exterminio para judíos y presos políticos (una categoría que era bastante amplia), académicos y artistas, la destrucción de obras y patrimonio cultural y todo lo relacionado con la herencia del pueblo polaco.
En 1 agosto de 1944 aquel mismo pueblo decidió enfrentarse de una vez por todas al ejército Nazi e inició una lucha por su propia liberación, que se conoció como el Levantamiento de Varsovia. Tras la inferioridad de condiciones de lucha y armamento muy desigual, y sin la ayuda del ejército aliado, el levantamiento terminó al cabo de unos meses con cientos de miles de ciudadanos y soldados polacos muertos, y muchísimos más que tuvieron que huir al exilio para no morir. A causa del levantamiento, los alemanes decidieron destruir completamente la ciudad. El ejército soviético, comprometido con ayudar a la capital polaca a librarse del ejército Nazi, se mantuvo al margen de las luchas callejeras, del otro lado del río Vitsuba, hasta que el levantamiento terminó, el pueblo práticamente desapareció y Varsovia pudo ser anexada como territorio de la Unión Soviética, régimen que se mantuvo hasta finales de los años 80.
El Levantamiento de Varsovia fue un acto heroico, aunque romántico quizás, pero de muchísimo coraje. Si uno pregunta hoy a los varsovianos acerca de ésto, muchos dirán que fue lo correcto, pero muchos otros sostendrán que fue un suicidio intentar luchar casi sin armas contra el poderoso ejército alemán, a tan poco tiempo de terminar la guerra.

Finalizada la guerra, Varsovia empezó a ser reconstruida. Muchos de los edificios son de arquitectura comunista, como el gigante Palacio de la Cultura y las Ciencias, o numerosos edificios de viviendas en los alrededores. El centro histórico fue reconstruído tal cual era. Cuando uno visita palacios y museos, es muy común leer que tal o cual edificio fue destruido o incendiado en tiempos de la guerra y reconstruído o restaurado posteriormente.

Y para coronar mis clases de historia vi El Pianista, de Roman Polanski, en la mismísima Varsovia donde ocurrió. Muy linda película, que transmite la dureza de la historia que se respira en la ciudad y se aprecia en los museos.

Pero a pesar de tan triste historia, Varsovia hoy me pareció una ciudad muy bonita. Me saco el sombrero ante ella, y ante el coraje de un pueblo que la defendió con la vida. Le agradezco que me haya permitido caminarla, pedalearla y recorrerla un poco. Ha sido una bella experiencia en una ciudad que vale mucho la pena conocer.

¿Y el pescador y la sirena? Pues es la leyenda. Wars, el pescador, y Sawe, su mujer-sirena, quien ordenó fundar la ciudad. Si no me creen, vayan a Varsovia y me cuentan.


domingo, 11 de octubre de 2015

Si, fui a Polonia

Y fue una experiencia extraordinaria. Cumplido otro de los objetivos de éste viaje.

Mientras estaba por Italia o Suiza, la gente me preguntaba acerca de como seguiría el itinerario de mi viaje. Cuando llegaba el momento de mencionar que luego iría a Polonia, siempre me miraban raro.
- ¿Por qué vas a Polonia? Me preguntaban, como si me hubiese equivocado de destino. Mi respuesta siempre era la misma: "Voy a visitar unos viejos amigos".

Allá por el 2009, viajando en auto por américa del sur, conocí a Andrzej & Ewa, dos viajeros polacos con muy buena onda, muchos meses de mochila sobre sus espaldas, y un embarazo de unos 5 meses que empezaba a mostrarse. Tal fue la amistad que se dio, que continuamos escribiéndonos y encontrándonos en varias ciudades de Bolivia, Perú y Ecuador, mientras todos hacíamos la misma ruta hacia el norte. Cuando en Cuzco, luego de haber visitado Machu Picchu, me apareció el gran interrogante sobre si continuar el viaje o regresar a Argentina por el mismo camino por donde había venido, Andrzej & Ewa, me ayudaron a trazar una ruta que rodeaba toda América del Sur, que me alentaba a continuar viajando, y que meses después completaría para regresar a Buenos Aires.
Un mes más tarde, en Quito, el viaje de Andrzej y Ewa llegaba a su fin. Nos despedimos en el aeropuerto, ya con su embarazo de 7 meses. Adios a mis nuevos amigos.

Con el tiempo, la amistad pasó a un plano de correspondencia por correo electrónico. Nació Marta, su hija, que conocí y vi crecer por fotos. Luego de un tiempo viajaron en bicicleta por Asia, desde China hasta Polonia, ya con Marta de unos 3 años.
En mis correos, siempre les decía que los visitaría el día que vaya a Europa, aunque no sabía cuando sería eso. Los años pasaron, y el proyecto del viaje nunca lograba tomar la fuerza suficiente. Hasta que un día todo se alineó, y el momento de viajar apareció. - "Andrzej, en unos meses los voy a visitar" le dije, definitivamente.

Y viajé, y poco a poco me fui acercando. Luego de Suiza visité rápidamente Viena. De ahí tomé un bus durante la noche hasta Katowize, una gran ciudad minera al sur de Polonia. Cuando llegué, muy temprano en la madrugada, esperé a Andrzej que me vendría a buscar. La noche que aclaraba en una ciudad desconocida, en un país con un idioma del cual no entiendía nada (ahora entiendo alguna que otra palabra). Miré, esperé, y nada. Estaba un poco ansioso por el reencuentro. De repente, me sorprendió un "¡Hey Nacho!" y unas palmadas en la mochila. Era Andrzej, el mismo, que apareció de no se donde.
- "Cześć, my friend" ("Hola mi amigo") le dije, en una combinación de polaco e inglés, un saludo que tenía preparado. Al poco tiempo ya empezamos a decir tonterías y a reirnos de cualquier cosa, con la misma frescura que recordaba, como si nos hubiésemos despedido ayer.

Me llevó a su casa, en Chorzów, un pueblito muy cercano a Katowice. Ni bien entramos, entre risas y emociones, me encontré con Ewa que alzaba a Mateusz, el nuevo integrante de la familia. ¡Es muy emocionante volver a verlos! Estoy feliz de haber ido hasta allá, de haberme "invitado", o más bien haber hecho real aquella invitación que alguna vez me ofrecieron, pero que siempre pareció más lejana e imposible que real. Estoy contento de mantener viva una amistad que tranquilamente pudo haber sido víctima de la distancia y el olvido. Asi comenzaron mis días en Polonia. Redacté unos mini-relatos, para contar acerca de algunos de los hermosos y divertidos momentos que pasé con Andrzej, Ewa, Marta y Mateusz.

Chorzów

Nikiszowiec y la pista de hielo

Después de mi llegada a la casa (por la cual hice madrugar a la familia toda), desayunamos. No había podido dormir mucho en el bus durante la noche, y terminé pagándolo en cómodas cuotas de siestas a lo largo del día. Andrzej me contó el plan para hoy: Vamos a ver un una muestra de deportes (o al menos eso entendí), y ya que estamos pasamos a visitar un barrio muy peculiar que hay cerquita.
-"Llevate abrigo que va a hacer frío" -Me dijo. No parecía muy complicado el plan, pero con el bus-lag muchas cosas se me escaparon.
Llegamos al barrio de Nikiszowiec, un vecindario construído a principios del siglo pasado para los trabajadores de las minas de carbón y sus familias. Un lugar con una arquitectura muy particular, de tiempos de la ocupación alemana. No llevé ni una cámara de fotos, ni la réflex ni el celular (nuevamente el bus-lag), así que subo una foto de Wikipedia.
Recorrimos el enorme barrio de viviendas de ladrillos, un lugar super interesante. Frente a la entrada del mismo, había un gran estadio de jockey sobre hielo. Hacia allá fuimos luego de caminar entre aquellos edificios que me dejaron encantado. ¿Qué haríamos ahora? Me pregunté entusiasmado. Seguí a Andrzej hasta la boletería y sacamos entradas para todos. Andrzej me dió la mía, la agarré y lo miré, aún sin entender.
-¿Vamos a ver un partido de jockey sobre hielo? -Le pregunté (no puede ser verdad, me encantaba la idea).
-¡Claro, pero si te lo dije hoy! -Me dijo, riéndose.
¡No lo puedo creer! Fuimos a la entrada y llegamos al control. Los guardias me revisaron mientras yo estaba feliz y sorprendido de éste día. Una vez en las gradas, y viendo aquel freezer gigante, empecé a sentir que mi abrigo no era suficiente, pero estaba muy contento. Le conté a Andrzej de mi alegría y del frio, y por supuesto, volvió a reirse: "¡Te dije un montón de veces que íbamos a ver un partido de hockey sobre hielo y que traigas abrigo porque iba a hacer frío!" Me reí de lo despistado que soy. Al final no había entendido nada, pero disfruté mucho de aquel viernes de sorpresas junto a mis amigos.

Nikiszowiec / Foto: Wikipedia

(Fotos tomadas el viernes siguiente, ésta vez ya no me olvisaría la cámara).


Las fiestas familiares

El plan para el sábado y el domingo eran compromisos familiares de las familias de Andrzej y Ewa, que por supuesto no iba a perderme. El sábado en la tarde fue el cumpleaños del hermano menor de Andrzej, y ahí fuimos. Conocí a toda su familia que me recibió muy bien. El festejo era una merienda en una mesa larga, café con leche, te, tortas y... vodka. Si, obviamente tuve que hacer notar ese detalle a la gente de la fiesta.
-Lo que me suena raro es que haya vodka en el medio de una merienda -Dije, ya sin poder contener la curiosidad.
-¡Es nuestra costumbre! -Me contestaron con orgullo, y me sirvieron en mi vaso. Así que, sin oponerme demasiado, tuve que tomar café, torta, y cada tanto un sorbido de vodka, sabiendo que si se vaciaba el vaso, alguien me lo volvería a llenar. Hablé inglés con algunos y el resto fueron diálogos en polaco de aquí y de allá que me entraban por el oído, pero que lamentablemente no entendía una palabra por más que me esfuerce.
Llegó la torta y el momento de cantarle al homenajeado el "Sto lat" ("cien años") la canción polaca que se acostumbra cantar en los cumpleaños. Después cantamos el feliz cumpleaños en inglés, donde pude participar, y por último y a pedido del público, tuve que cantarlo para todos, en español.

El domingo fue el cumpleaños #1 de Ignacy, sobrino de Ewa. Hubo una misa antes (si, fui a varias misas en Polonia), y luego un almuerzo en un restaurant. Todo era bastante formal, así que refloté del fondo de la mochila la ropa del casamiento de mis amigos italianos, que me vino de lujo. Durante el almuerzo, todos hablaban polaco (que era lo normal que suceda), aunque poco. La mesa estaba bastante tranquila y callada, sólo ruidos de platos y cubiertos y sorbos de sopa. Con Andrzej, como dos chicos, empezamos a romper el silencio con nuestras carcajadas contenidas, buscando la diversión en cualquier cosa, inventando chistes en inglés con juegos de palabras, y lo que sea. Ewa, siempre más correcta, a veces se sumaba, pero podía contenerse mejor. Por supuesto, había vodka y cada uno tenía su vasito, que estuvo ahí desde el comienzo junto a la vajilla del almuerzo.
Pasamos una tarde muy divertida, entre risas y copas, comiendo platos típicos polacos.
Para la vuelta, Ewa fue la encargada de tomar el volante. Andrjez me siguió los pasos en el camino del vodka, aunque con un aguante digno de un eslavo. Yo, con mi aguante propio de un sudamericano, volví bastante mareado pero feliz.


Mateusz, Marta y las clases de Polaco

Mateusz y yo nos hicimos amigos muy rápido. En cierta época sentía que los bebés me tenían aprecio, y después cuando crecían un poco más ya no me daban mucha bola, o mis juegos no eran tan efectivos. Hacía mucho que no me ganaba la amistad de un bebé, hasta ahora. Volvieron a mi momentos de juegos con mis sobrinos pequeñitos. No se porqué, pero al cabo de unos días Mateusz cada vez que me veía sonreía, mostrándome los dientes y hasta cerrando los ojos. Creo que le enseñé a guiñar un ojo, porque realmente con sus 7 meses, le salía muy bien. Cuando lloraba que quería ir con su mamá, o porque estaba aburrido (es un gran actor), con dos monerías que le hacía me miraba y me sonreía, saliendo completamente de su personaje ¡Un chanta total! Siempre quería venir conmigo. A veces hasta me estiraba los brazos siendo alzado por su mamá, y Ewa encantada. Todo un personajecito Mateusz.

Antes de visitar a mis amigos me preguntaba como nos comunicaríamos con Marta ¿Hablará inglés? La respuesta es que recién está aprendiendo, por lo que comunicarse fue todo un reto. Nuevamente el juego fue el medio por el cual pudimos hacernos amigos, aunque empecé con el pie izquierdo.
El día que llegué nos sentamos a desayunar bien temprano. Ewa iba y venía, preparaba el desayuno. Es una de esas madrazas que hacen diez cosas al mismo tiempo y no deja que la ayudes. Andrzej y yo esperábamos sentados mientras se hacía el café y los huevos. Marta llegó a la cocina, resfregándose los ojos, tratando de despabilarse y a la vez de sacarse la timidez de encima. Una vez que juntó coraje me dijo, dudando:
-Good... ¿bye?
Con Andrzej no pudimos evitar una carcajada que estalló casi sin pensarlo. Pobre Martita, se volvió llorando a su cuarto. Ewa nos retó, obviamente, y pensé que empezar con el pie izquierdo con Marta sería un comienzo difícil. Resulta que ella sabía de mi llegada, y había estado practicando todo el día anterior saludos y palabras en inglés, pero el sueño y los nervios la hicieron confundirse. Sin embargo, poco a poco fuimos amigándonos. Ella era muy curiosa y sabía que debía hablarme en inglés, aunque sepa muy poco ese idioma, porque yo de polaco no entiendo nada. Entonces, con el lenguaje siempre había una traba. Alguna que otra vez empezaba a hablarme en su idioma a lo que yo le respondía "Nie rozumiem" (no entiendo), para que luego acudamos juntos a Ewa o Andrzej a que nos tradujeran la situación.

Uno de los desayunos que tuvimos a solas, lejos de todo traductor (mientras Andrzej y Ewa se ocupaban de Mateusz o de alguna otra tarea en el hogar), intenté hablarle en inglés pero fue inútil: no podíamos pasar más allá del "Good morning", "Hello", "Thank you" o "You're welcome". Entonces se me ocurrió inventar un juego: yo levantaba algo de la mesa del desayuno, y decía su nombre en inglés. Marta lo repetía (sabiendo que yo lo estaba diciendo en inglés), y luego yo le preguntaba "¿Polski?" Y ella me decía el nombre del mismo objeto en polaco, y luego yo repetía esa palabra, tratando de copiar la pronunciación que es muy difícil. Taza, café, zanahoria, cuchara, tomate, cuchillo, pan, tenedor, etc. ¡Fue muy interesante!

Otro día repetimos desayuno juntos. Marta vestía una remera con las princesas de Frozen, que fue un gran puntapié para comunicanos. Le señalé las princesas y las nombré una a la vez (aunque sin recordar cual era cual): "Ana and Elsa". Marta me miró sorprendida, y repitió los nombres en el orden correcto. Entonces, empecé a tararear "Libre Soy" la canción más conocida de Frozen, que si tenía la remera, la tenía que conocer. Cuando Marta identificó la canción que yo estaba cantando, fue tal su sorpresa y su emoción que empezó a cantármela en polaco, ¡Se sabía la letra! Increíble, esos momentos que deseás tener algo a mano para grabarlo, pero no queda otra que disfrutarlo y atesorarlo en la memoria. Luego me acordé de otro personaje de la película, el muñeco de nieve, pero no me acordaba el nombre. Entonces pensé en el frío, hice gestos de frío, fuí hasta el freezer e intenté mostrarle que tenía frío, y como ella aún no entendía saqué una zanahoria de la heladera (blanca, porque no había naranja) y me la puse de nariz y empecé a caminar raro. Finalmente Marta dijo:
-¿Olaf?
¡Claro, Olaf! Hubiese sido más fácil si me acordaba el nombre, pero fue muy divertido. ¿Y el desayuno? Por supuesto, se enfrió por completo.


Pedaleadas por Katowice y fútbol

Pedalié mucho por Katowice junto a Andrzej. Es una ciudad con muchos parques y bosques con sendas para correr o pedalear. Es muy interesante cuando se conoce un lugar junto a alguien que vive ahí, y además es tan apasionado por mostrártelo, como Andrzej. Aprendí mucho sobre la historia de Silesia, la región sur de Polonia donde se encuentra Katowice. En una esas pedaleadas, terminamos pasando cerca de un estadio de fútbol, donde desde lejos ya se escuchaba una multitud cantar, tal como en un partido en argentina. Nos acercamos y el partido ya había comenzado hace muy poco. Nos miramos con Andrzej y dijimos "¿Porqué no?" Y al rato, luego de lograr que nos vendieran dos entradas (ya que no teníamos pasaportes o ID con nosotros) estábamos en la tribuna.
La segunda vez que fui a la cancha en mi vida, y fue en Katowice ¿Qué tal? Andrzej me decía por cual equipo había que alentar (hay que hinchar por uno aunque no se conozca ninguno). Cada tanto, en alguna jugada emocionante, se me escapaba alguna que otra mala palabra en español, igual seguro que nadie me entendía. Había parrillas en el predio, y olor a choripan, que me hizo viajar instantáneamente a mi país, aunque se trataban de salchichas típicas de allá. Polonia tiene muchos tipos de salchichas, de pollo, cerdo, vaca, ahumadas, y de las que no se cocinan, que son como nuestros salamínes, pero con un sabor completamente distinto, muy recomendables.
El partido llegó a su fin, perdimos 3 a 1. Me queda como souvenir la tarjeta del "Deportivo Katowice" con mi nombre, la misma que me dieron para entrar al estadio.
Fue una linda experiencia la de la cancha, aunque para mi gusto, al fútbol en vivo le falta el replay.


Empanadas caseras

Más de una vez cociné para toda la familia (fue difícil lograr que Ewa ceda el uso de la cocina). Una de esas veces, preparamos empanadas de carne, con masa casera, por supuesto, ya que es imposible conseguir masa para empanadas allá. Curiosamente, los polacos tienen una comida típica que es similar a las empanadas, los pierogis, sólo que son más chiquitos y se cocinan herbidos, difieren los rellenos y no tienen repulgue. Son ricos, aunque no hay como nuestras empanadas. Al principio, fue difícil dar con la harina justa para preparar la masa, ya que sus harinas de trigo no tienen la misma nomenclatura de refinamiento que las nuestras, aunque elegimos una que debía ser más o menos similar. Lo demás era facil de conseguir: carne picada, cebolla, morrón, cebolla de verdeo, aceitunas, huevo. Con todos los ingredientes, empezamos. Mi primera vez amasando las tapas, todo un trabajo. Ewa fue mi asistenta y anotaba a cada paso la receta. ¿El resultado? Unas empanadas bastante buenas, y mis amigos, chochos.


Auszchwitz y Cracovia

Cuando estaba dejando Viena me vino el nombre de Auschwitz a la mente, y me sonaba que estaría por ahí. Ya en lo de mis amigos, les pregunté acerca de éste lugar y me dijeron que efectivamente estaba muy cerca, a mitad de camino entre Katowice y Cracovia, pero lamentablemente era una parte muy dura de su historia, y no querían volver a visitarlo. Pensé que no podría dejar de ir estando tan cerca, así que aproveché y fui sólo. Fue una experiencia muy dura, pero es un lugar que vale la pena visitar si se está de paso por ahí. Subo algunas fotos de los momentos en que era posible o propicio sacar fotos. Otras partes del museo, si bien se pueden fotografiar, son mucho más impresionante y sentí que por respeto no debía hacerlo.
Luego de la larga visita al Auschwitz, un gran momento de contemplación, aprendizaje y respeto, fui a conocer Cracovia, la antigua capital de Polonia, una ciudad con un centro histórico muy pintoresco que vale la pena visitar.


Despedida

Finalmente llegó el día de partir. Fue un poco triste tener que dejar a mis amigos, si es por ellos, podía quedarme todo el tiempo que quisiese, pero quise conocer un poco de Varsovia antes de dejar Polonia. Fuimos a la estación de tren de Katowice y nos despedimos con abrazos, una vez más, sin saber cuando nos volveríamos a ver, pero con la seguridad de que algún día volveríamos a compartir tiempo juntos, acá, allá o donde sea. ¡Hasta la próxima amigos!